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Enrique Ježik
Denegación de área
Enrique Ježik
English below
El alambre de espino fue inventado a finales del siglo XIX en los Estados Unidos como una solución para dividir y proteger terrenos en las tierras del Oeste. Con el tiempo, esta herramienta agrícola se transformó en un instrumento de control territorial y violencia institucional. Durante las guerras del siglo XX, especialmente la Primera Guerra Mundial, pasó a ocupar un lugar central en las estrategias militares de defensa y contención. Su evolución más agresiva —el alambre de concertina o de navajas— intensificó su capacidad disuasoria y simbólica: un objeto destinado a herir y marcar límites, a impedir el paso y, al mismo tiempo, a encarnar el miedo.
Este objeto es el centro de una de las piezas más significativas de la exposición: Zona de seguridad personal. En esta performance, Enrique Ježik construye, lentamente y desde dentro, una estructura circular de concertina. A medida que levanta el perímetro, su cuerpo queda confinado, atrapado en un espacio hostil. La acción culmina cuando debe encontrar una salida sin lesionarse, sin que la violencia del material le marque físicamente. Al finalizar, la trampa queda como escultura, testimonio de una coreografía tensa entre cuerpo, límite y resistencia. La obra confronta al espectador con una pregunta urgente: ¿cómo se sobrevive al encierro, al control, al miedo?
La segunda línea de trabajo en la muestra se desarrolla a través del dibujo, una práctica constante en la trayectoria de Ježik. Aquí, el artista traslada al papel las huellas del alambre de navajas. Más allá de representar, los dibujos contienen vestigios del propio objeto: marcas, raspaduras, roturas. El papel se convierte en un territorio herido, un espacio donde las texturas hablan de cercos, de violencia latente, de la geografía del poder. El dibujo, para Ježik, no es una representación, sino una inscripción directa de la materia en el soporte.
Finalmente, la obra Terrario articula otra dimensión de la exposición. Se trata de una videoinstalación multicanal que registra, en cinco proyecciones simultáneas, la excavación de fosas comunes. Las imágenes remiten tanto al presente mexicano —marcado por la violencia del narcotráfico y las desapariciones forzadas— como al pasado traumático del franquismo en España, con sus miles de cuerpos aún por exhumar. Terrario establece un paralelo entre ambas realidades, no solo como continuidad histórica, sino como evidencia de cómo los cuerpos, incluso en la muerte, siguen siendo terreno de disputa política. La pieza pone en escena la tensión entre el acto de revelar y el de enterrar, entre la memoria y el olvido, entre la dignidad y el abandono.

Denegación de área presenta tres aproximaciones distintas pero interconectadas al control del cuerpo, del territorio y de la memoria. El término, de origen militar, alude a la estrategia de impedir que un enemigo acceda o utilice una zona específica, ya sea mediante la fuerza, la ocupación o la amenaza latente. Desde esta perspectiva, las obras de Enrique Ježik funcionan como activadores de ese concepto, trasladado al ámbito social, político y simbólico: paisajes cerrados, fronteras infranqueables, cuerpos sitiados, historias enterradas. A través de acciones, trazos y registros, Ježik construye una cartografía crítica de las formas contemporáneas de violencia y de los frágiles mecanismos que empleamos para sobrevivir a ellas, incluso cuando todo intento de acceso —al espacio, al otro, al pasado— parece estar sistemáticamente negado.
English version
Denegación de área (Area Denial)
Enrique Ježik
Barbed wire was invented in the late 19th century in the United States as a solution to divide and protect land in the expanding Western frontier. Over time, this agricultural tool evolved into an instrument of territorial control and institutional violence. In the wars of the 20th century, particularly the First World War, it became central to military strategies of defense and containment. Its more aggressive version—razor wire or concertina—intensified its deterrent and symbolic power: an object designed to injure, to mark boundaries, to deny passage, and to embody fear.
This object lies at the heart of one of the most striking pieces in the exhibition: Zona de Seguridad Personal (Personal Security Zone). In this performance, Enrique Ježik slowly builds a circular structure of concertina wire from within. As the perimeter rises, his body becomes confined, trapped in a hostile space. The action culminates when he must find a way out without injury, without letting the violence of the material leave its mark. Once completed, the trap remains as a sculpture—evidence of a tense choreography between body, boundary, and resistance. The work confronts viewers with a pressing question: how does one survive confinement, control, fear?
The second thread in the exhibition is developed through drawing, a constant practice in Ježik’s career. Here, the artist transfers the imprint of razor wire directly onto paper. Beyond mere representation, these works bear the physical trace of the object itself: abrasions, tears, punctures. The paper becomes a wounded terrain, a surface inscribed with latent violence and the topography of power. For Ježik, drawing is not about depiction—it is about recording the direct impact of matter upon space.
Finally, the work Terrarrio (Terrarium) explores another dimension of the exhibition. This five-channel video installation documents the excavation of mass graves. The footage refers both to the present-day context of Mexico—marked by narco-violence and forced disappearances—and to the historical trauma of Francoist Spain, where thousands of bodies remain unexhumed. Terrarium establishes a parallel between these realities, not only as a historical continuum but as evidence of how even in death, bodies remain politically contested terrain. The piece stages the tension between revealing and concealing, between memory and erasure, between dignity and abandonment.
Denegación de área (Area Denial) presents three distinct yet interconnected approaches to the control of bodies, territories, and memory. The title, taken from military jargon, refers to the strategy of preventing enemy access to a specific zone—whether through force, occupation, or the looming threat of violence. From this perspective, Enrique Ježik’s works activate the term in its broader social, political, and symbolic implications: closed landscapes, impenetrable borders, besieged bodies, buried histories. Through actions, imprints, and records, Ježik constructs a critical cartography of contemporary forms of violence and the fragile mechanisms we devise to survive them—even when access to space, to others, or to the past is systematically denied.