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Lara Salous

We became the land

Del 20 de junio al 3 de julio de 2024

Si se parte desde la ciudad de Ramallah al pueblo de Mughayyir en coche, por la ventanilla se ven tierras ocres, olivos, campos de trigo ya segados, construcciones claras y cielo azul, brillante. Es una visión bastante similar al que se podría ver si, atravesando parte de la Península Ibérica, vamos desde Sigüenza a Caleruega. Las cuatro localidades son pueblos ovejeros. Era un trayecto en el que normalmente se tardaba unos veinte minutos. Ahora, que ya sabemos que la normalidad en Palestina se ha transformado en un estado de excepción permanente, para ir de Ramallah a Mughayyir hay que dar un rodeo por otras dos poblaciones más al norte, Turmus Aya y Khirbat ´Abu Falah. La carretera está cortada no sólo por el ejército israelí, sino también por los retenes de colonos, haciendo que la comunicación ya nunca sea directa, sino circular y controlada. Este recorrido es el que ha hecho la artista Lara Salous para poder encontrarse con algunos de los pastores que colaboran en su proyecto. 

Los caminos que tradicionalmente han usado los pastores en todo el mundo seguían las líneas de itinerancia que hacían los animales herbívoros buscando los pastos espontáneos, antes de que nadie domesticara a nadie. Alrededor de rutas naturales viajaban organismos y materiales que servían de base para convivencias simbióticas. A su alrededor se fueron estableciendo usos comunales, tareas compartidas y organizaciones vivas, incluidas las humanas.  Hoy en día, hay que rastrearlas entre calles de ciudades y carreteras que han convertido esos tránsitos agropecuarios en industriales. Este cambio supone una violencia sobre lo que habita la tierra y sobre los modos de vida que se pueden establecer en ella. Este movimiento fue el que comenzó a estudiar Lara. 

Su investigación recupera antiguos haceres y saberes que, como los hilos de la lana que se tejían, se imbrican en las formas de habitar de los pueblos que han poblado los terrenos continentales al este del Mediterráneo. Una historia que conforma una identidad arraigada a esa tierra ya desde antes que existieran fronteras geopolíticas. 

La existencia y el origen de esa cultura ha sido negado por otras que sucesivamente se han impuesto en este territorio. Compartían el imaginario de que el desierto está vacío, nada lo habita.  Por tanto, la colonización de la nada en busca de la implantación de una semilla desarrollista estaba permitida.  Así llegó Europa –no sólo aquí sino a todo el Sur Geopolítico–, y de la misma forma que se fue, dejó que otros, ya europeos pero origen semita, también instalarse sin preguntar, bajo la forma del estado de Israel. Una ocupación que para las naciones europeas solucionaba el problema de una comunidad nunca querida y quería exculpar la culpa por la negligencia que casi posibilita su exterminio en Centroeuropa. 

Actuar sin preguntar es una forma de coacción. El control sobre el movimiento es una forma de intimidación. Una imposición excusada por un sufrimiento anterior también es una forma de ataque. La violencia solo genera violencia. Nada justifica la violencia. 

Las políticas que el estado de Israel ejerce sobre Palestina son una presión horizontal. Es una barbarie que se extiende por el territorio. Se han olvidado las líneas que trazaban las ovejas y los pastores para dibujar, una y otra vez, una división geopolítica que se impone, ocupa y expulsa. 

Son fuerzas que han hecho que el paisaje haya cambiado, pero la idea de pertenencia permanece. El arraigo al campo que sustenta y la identidad construida sobre la relación con el territorio son parte de la comunidad que se ha vuelto tierra. We became the land, el título de la exposición resume sus sentimientos tal y como Salous ha constatado, rastreando esta herencia y realidad. 

Hace casi un año, Lara me llamó y me contó que había ido a filmar a las hiladoras con la que colabora para su proyecto de recuperación textil. Justo cuando la guerra se recrudeció. Me relató cómo iba a continuar con su trabajo en Cisjordania, aunque no podía dejar de pensar en los bombardeos continuos en la franja de Gaza. Me habló que veía dos tipos de violencia que se estaban ejerciendo sobre la tierra e identidad palestinas. La horizontal, a través del control y exhaustación de la población que se sufre en todo el estado, y la vertical, un goteo incesable de ataques directos con diferentes tipos de proyectiles cayendo.  

Las obras de esta exposición funcionan como una cartografía que nos cuenta esos movimientos, desapariciones y resistencias que echan de menos los trazos del andar tranquilo de los animales cuando pastaban sin preocuparse por los límites impuestos de una frontera. 

Marta Ramos-Yzquierdo